El mundo después del covid: viviendo en la comunicación
“Los ciudadanos de a pie hemos asistido, semana a semana, al espectáculo de la contabilidad de contagios y muertes, de mapas interactivos de expansión de la enfermedad en el mundo…”
La pandemia ha puesto de manifiesto la esencialidad de las comunicaciones. En un escenario en el que nuestra supervivencia depende del cambio de nuestros hábitos de comportamiento, la comunicación es imprescindible para afrontar y disminuir los daños, tal y como ha destacado la OMS hace años.
Diversas tendencias de la comunicación, que ya venían perfilando lo que sería la década de los veinte (Tench et al., CommunicationExcellence. How to develop, manage and lead ExceptionalCommunications, 2017), parecen haberse acelerado con la pandemia del covid19.
En primer lugar, se ha incrementado la conciencia de globalización. Nos guste o no, vivimos en un mundo globalizado y lo que hacemos afecta a la gente que vive en otras partes del planeta. Incluso si nosotros no viajamos a otros lugares, los otros lugares llegan a nosotros a través de comidas, ideas, personas, etc. La globalización ya estaba aquí, plenamente perpetuada, pero la pandemia ha hecho aflorar también los mayores riesgos de dicho modelo social y la polarización de ciertos grupos hacia la recuperación de un modelo de estado-nación que definió el siglo pasado.
En segundo lugar, se ha acelerado el proceso de mediatización. Como sostenía el holandés Marck Deuze (2012) ya no vivimos con los medios, sino en los medios. Las investigaciones más recientes en España, Europa y Estados Unidos ponen de manifiesto un exponencial incremento del uso de medios en la pasada primavera, durante la llegada de contagios masivos. Y digo uso de los medios y no consumo de medios, porque hay que destacar un uso activo y multicanal, con la presencia de nuevos ‘gatekeepers’ que hacen muy difícil para las autoridades centralizar los mensajes y evitar la extremada proliferación de bulos y ‘fakenews’. Todos viviendo en los medios y, por lo tanto, acelerando el periodo de aceptación de prácticas como la relación virtual con nuestros seres queridos, el teletrabajo, la educación o la compra online.
Contabilidad de contagios y muertes
En tercer lugar, se ha precipitado el proceso de datificación. Los ciudadanos de a pie hemos asistido, semana a semana, al espectáculo de la contabilidad de contagios y muertes, de mapas interactivos de expansión de la enfermedad en el mundo y de un sinfín de aplicaciones basadas en análisis de big data y ‘machine learning’.
Nuestra capacidad de dar un paseo, viajar o acceder a los servicios más básicos depende hoy de esa explotación masiva de datos. Con ello, surge de nuevo el debate sobre la privacidad, por ejemplo, con el control de geolocalización para evitar aglomeraciones o las denuncias de espionaje en Zoom.
Pero si algo realmente puede traer un profundo cambio después de esta pandemia, son nuestros modelos de planificación estratégica, en su mayoría todavía basados en una concepción sistémica de la eficacia. La cantidad de datos disponibles nos permite más que nunca una gestión reflexiva, pero ¿son suficientes los modelos ágiles y robustos de gestión que hemos desarrollado hasta ahora para un mundo cada vez más basado en la incertidumbre (Taleb, 2012)?
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